Las actuales tarjetas telefónicas SIM de nuestros teléfonos móviles, tal y como se conocen hasta ahora, dejarán de existir el próximo año 2017.
El chip físico que identifica al cliente desaparecerá en breve, y esto conllevará consecuentemente cambios como las portabilidades exprés, el fin del 'roaming', la venta de servicios por los fabricantes o la necesidad de reconvertir las tiendas.
Según desvelaba la semana pasada el diario económico Expansión, las empresas del sector de telecomunicaciones, tanto operadores como fabricantes, afrontan este año una de las mayores revoluciones tecnológicas de las telecomunicaciones móviles. La posibilidad técnica de integrarla en los dispositivos, de virtualizarla o de hacer una tarjeta SIM en blanco que no obligue a los usuarios a cambiarla cada vez que cambien de operador llevan tiempo siendo posibles, pero las repercusiones que podían tener su adopción han retrasado hasta ahora esa posibilidad. La sucesora de esta tecnología será la eSIM, una tarjeta telefónica virtual que vendrá integrada dentro de los propios móviles. La masificación de la nueva SIM electrónica, o eSIM, que se iniciará este año, generará grandes estragos en el conjunto de la industria y en la forma en que se comercializan tanto dispositivos como los servicios.
La implantación de esta nueva tarjeta se dividiría en dos fases. En una primera, y que está a punto de llevarse a cabo, todos los dispositivos excepto smartphones con posibilidad de conectarse a redes móviles (tablets, smartwatches, coches…) podrían incorporar la SIM virtual. Y después del verano llegaría la segunda fase, siendo el turno para los smartphones.
Esta eSIM permitiría almacenar varios perfiles de distintos operadores, aunque solo uno podría estar activo, lo que facilitaría enormemente la tarea de cambiar de operador llegando a ser un paso casi instantáneo, pero también ayudaría a rebajar los costes del roaming, al poder seleccionarse cualquier operador de cualquier país.
El fin de ese tráfico de SIM físicas impactará sustancialmente en la cantidad de público que pasa por las tiendas de móviles. Además, el traslado al modelo de activación remota permitirá desviar mucha actividad de gestión de los clientes al mundo online, lo que supondrá una ventaja en costes para los operadores. Sin embargo, para los canales de distribución física, es decir las tiendas propias o vinculadas a los operadores, el cambio supondrá un reto, ya que pondrá en cuestión su valor. Probablemente, al contar con menos tráfico de personas, el volumen actual de tiendas deberá reducirse y los establecimientos tendrán que profundizar en la transformación que ya están sufriendo: menos tiendas, pero más grandes y con personal más experto para asesorar a los clientes en el uso de dispositivos cada vez más complejos.